La muerte de la Muerte

("Death in the Cemetery - La muerte en el cementerio", fotografía de Graciela Iturbide)


(Final)

El lugar del Mingo está en pleno centro.

Si uno lo mira desde afuera, es la típica tienda de antigüedades llena de objetos viejos, olvidados y que algunos snobs y cuicos les dan valor de piezas de arte. Algunas son una misma mierda.
Mingo me ha regalado algunas cosas -a elección mía, claro- pero nunca un arma. Jamás.

¿La tienes?- le pregunto con algo de ansiedad.
Aquí está, tranquilo – dijo con voz sosegada.
Muy bien. Buen peso, equilibrada. Y con silenciador – digo mirando el arma.
Tal como la pediste – dijo con orgullo velado.
Toma. Aquí está el pago –le dije pasándole un fajo de billetes.
No te preocupes. Solo quiero que me la regreses – dijo, rechazando mi pago.
De acuerdo –le respondí sin chistar.

Y me fui.

Subí de nuevo al auto y me fui al hotel.
Tome la avenida principal y me dirigí al este, hacia el barrio alto.
Jenny atendía al típico empresario más o menos conocido.
Es una tipa con un cuerpazo: morena, cabello oscuro, hermosa figura. Una pantera.
Más de alguna vez había pasado malos ratos con tipos pasados para la punta o que simplemente no pagaban. Peor se ponía la cosa cuando se trataba de droga: en una redada de la policía, la pillaron con unas dosis, drogada hasta las masas y encamada con un conocido empresario bastante poderoso, tan drogado como ella. Lo que salió en prensa fue que la habían detenido por porte de estupefacientes y microtráfico y del gil, nunca se supo nada. Tiene que haber pagado a los policías algún soborno. Y sus buenas platas a los diarios.
Si no digo yo: al rico, la plata y el poder lo salvan.

Frente al hotel me esperaba.
Su vestido negro y escotado, fino y ceñido, parecía pintado al cuerpo. Puntuales, como corresponde para el oficio.
Ella y yo sabemos que el tiempo es vital.
La saludé, y al acercarme, no pude evitar sentirme algo embriagado por su aroma. En silencio nos dirigimos a la habitación.
Piso 13, 14, 15, 16... Llegamos.
En el ascensor, la miraba y pensé que, si ella dejara esa mierda de cocaína, tal vez -solo tal vez- sería mucho mejor y -para cualquiera- una buena mujer. Pero, sin eso, su espíritu no sería el mismo y ella no sería así de completa. Eso de la autodestrucción hace que sea independiente en todo -de su vida y muerte-; algo que muchos de los muertos no han tenido.

Me hace pasar a la habitación. es cómoda, íntima y con una buena vista a la ciudad.

¿Te sirves algo, Vinko? –dijo con un tono algo descuidado.
Un whisky, con hielo –dije al voleo.
¿Algo más? –preguntó.
No. Solo eso –le respondí.

Del bar trae un whisky y para ella, un vodka tonic.
Se sienta frente a mí y yo, con algo de impaciencia –algo no muy común en mí- prendo un cigarrillo.

Y... ¿Los traes? -preguntó ansiosa.
Como corresponde. Aquí los tienes –y se los pasé-. No los cuentes. No seas mal educada ni desconfíes de mí –le dije, señalándole mi molestia.
De acuerdo... Pero, ¿por qué vas a matar a Víctor?- me decía mientras miraba la plata.
Soplón. Y por maricón –dije escuetamente.
No es de mi incumbencia saber cómo sucedió. Pero, para que hagas esto por tu cuenta, es grave –señaló algo sorprendida de que tomara el asunto así de personal.
Ni lo digas... ¿Y qué te dijo él? –le dije, interrogándola.
Yo quise que me contara, pero estaba cagado de miedo. Sólo me pidió que no lo entregara y que si podía esconderlo unos días –dijo sin dar mucho detalle.
Perfecto –dije dando un aplauso. ¿A qué hora estará aquí? –le dije.
A ver...-dijo mirando el reloj- son las siete. A las diez y media estará aquí –me respondió mirándome con ojos de “tengo un plan”.
Mientras tanto, ¿habrá algo que hacer, no? –le dije, adivinando lo que pensaba.
¿Y qué tienes en mente? –lanzó.

Me levanté y me acerqué a ella.
La miré a los ojos y acaricié su piel con la punta de los dedos y también su rostro, cuello, pechos y su vientre. La acerqué a mí y abracé para besarla.
La ropa en pocos segundos quedó en el suelo.
Ella y yo, hacíamos el amor en el piso de la habitación.
Mi boca besaba la suya; mis manos se trataban de fundir con su piel y el sudor de los cuerpos nos hacía resbalar.
Hacía que el deseo fuese en franca alza.
A cada embiste, gemíamos; con cada beso se nos iba el aliento y nos gastábamos de tanto tocarnos. Con todo ese ajetreo, la hora avanzaba y yo me olvidaba de Víctor me había cagado y que El Gringo me buscaba para despacharme.
¡Qué me importa eso ahora!
Eran las diez y cuarto.
Ella rápidamente se vestía y yo, a duras penas y satisfecho, me trataba de poner la camisa y abotonarla para irme a esconder.

Trata de actuar normal –le dije encarecidamente.
¡Déjame hacer mi pega, hombre! –dijo retándome.
Yo sólo quiero que nada salga mal. Si no, se va todo a la cresta –le pedí.
Tranquilito... –y me besó- Si todo va a estar bien –dijo, tomándome una mejilla.

Diez y treinta. Hora final.
Y Víctor que no aparece.
Me estoy impacientando.
Dos, tres, cuatro minutos. No llega.
¡No llega el hijo de puta!
¿Sabrá que estoy aquí? No creo.
No me imagino a ella traicionándome.
Bueno, en estos momentos, cualquiera está en posición de cagarme. Debo dejar de ponerme paranoico.
Yo sé que la Jenny no me va a cagar. La conozco.

Pasó un momento y sentí ruido.
Voces. Alguien conversa.
Lo puedo sentir ahí, en el living.
Es ese cabrón que me echó al agua con El Gringo.
Víctor había llegado. Atrasado como siempre.

Casi no escuchaba la conversación.

¿Cómo estas? –le dijo ella.
Pregunta estúpida. ¿Cómo crees que estoy, ah? Como la chucha. Vinko me quiere matar –respondió ofuscado.
Pero, ¿por qué? –le interrogó.
¿Por qué? Lo cagué. Le conté al gringo que el Vinko lo había cagado con una plata de uno de los "encargos" que le pidió. Fueron como dos millones... de los verdes –dijo con algo de temblor en sus labios y manos.
¿Con dólares? ¡Chucha, eso es plata! –dijo asombrada.
Y según el Vinko, se habían perdido cuando puso la bomba –le resaltó eso con algo de malicia.
¿Y por qué le contaste al Gringo? ¿No hizo algún trato contigo él? –siguió preguntando.
Ninguno. Con raja me dio un par de lucas -le respondió molesto.
Pero igual, es tu amigo... o lo era –le dijo.
Nunca lo fue. Me salvó de varias pero siempre me trató como basura. Que Víctor haz esto, que llames a tal... No fue más que un negrero –respondió secamente
Pero, aquí estás un poco mejor. Relájate. ¿Quieres algo de tomar? –le dijo.
Bueno. Dame un vodka. Solo –dijo sin mucho ánimo.
¿Con hielo? –volvió a preguntar.
Dos, por favor

Era la señal.
Era mi momento de hacer justicia o tener mi venganza.
Salí de mi rincón y pensé en todo lo que dijo y en parte le encontré razón.
¿Me estaré arrepintiendo? Ni cagando.
Nadie me ve la cara sin recibir lo que merece. Menos este concha de su madre después de todo lo que confié en él.
No. El debía morir.
Cargué el arma y caminé hacia el living.
Allí estaba: ansioso, nervioso, fumando. Ni siquiera sabría lo que había pasado. Apunté y disparé. Juro que oí dos tiros.
Vi el cuerpo de Víctor como se echaba hacia atrás, con la cabeza explotando en sangre y sesos.
Ahí quedó: tieso, helado.
Muerto.
Me empecé a marear. Perdía el conocimiento. Algo me chorreaba en el pecho.
Era sangre. Mi sangre.
¡¿Quién me disparó?! Atiné a mirar al frente y la vi. Con el cañón aún humeante, la Jenny me había pegado un tiro.
Caí. Lentamente me fui desvaneciendo. Se acercó a mí y algo trató de decirme. Lo que entendí fue que El Gringo le había pagado para matarme. A cualquier precio.
Y lo consiguió la muy perra.
Me dejó ahí, a mi suerte. Muriéndome.
Algo me tomó de la mano. No lo podía ver. Estaba oscuro. Solo pude ver un par de ojos encendidos y algo brillar en la oscuridad. Y de a poco me perdí.
De lejos oía que alguien repetía hasta el hastío: "el que a hierro mata, a hierro muere".
Horas más tarde llegó la policía al lugar. Tomó muestras, pruebas, fotos. Y la prensa roja estaba como buitre esperando la carroña, revoloteando por el hotel. Todos querían saber qué paso, por qué sucedió y quienes eran los pobres tipos muertos en un piso 17 de un edificio del barrio más rico de la ciudad.
En la mañana todo el país lo sabría.
Había llegado la hora de "La Muerte" como me llamaba la prensa roja.
La muerte de La Muerte.
Que irónico, ¿no?
¿Y quién será ahora el que se llevará a los vivos que les corresponde morir?
Nos hemos quedado en una pausa de inmortalidad.
Pero, aún existe la resurrección.

Comentarios

ibuki_ dijo…
bueno, es un buen final, es preciso, aunque me empezó a interesar más desde la mitad, y no me esperaba lo de Jenny.
bueno, me gusta, y eso . :)
Ale dijo…
Debo reconocer que nunca antes me había pasado, pero la verdad el final no me gustó mucho y lo encontré un poco predecible.
Era lo que tenía que pasar, "La muerte" debía morir.

Un beso colega.
EzLoKhAi dijo…
Wa! no me esperaba nada de jenny.. muy bien logrado, en especial las ultimas lineas. De verdad de felicito.

Un gustazo leerte.

Saludos!!
Yo creo en la resurrección. El cuento estuvo bueno, mejor aún la frecuencia de las entregas.
Te mandaré pronto un mail, para definir lo del proyecto, no te sientas al margen de eso amigo, para nada. Todo tiene arreglo.
Un abrazo
Damasco. dijo…
Resurrección!!!! que venga ella con sus cantos y bailes!
si vinko no ubiese muerto lo juraria contandome ese relato en algun antro de mala muerte...
cuidate santiago
me gusto tu relato
te dejo un beso
=* muááá
Anónimo dijo…
El más digno final para el anti-héroe por excelencia... me pregunto con qué nos sorprenderás ahora.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

P.D. He iniciado un proyecto, Espumarajos de Realidad, échale un ojo y coméntame.

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

HO-HO-HO, Now I have a shot machine gun.
Tango dijo…
Mire usté caballero matando a la muerte en epocas de natividad jaja. Se agradece el gesto. :)

Felices fiestas!
Yumita dijo…
Notable!!!! me has mantenido con toda la atención en tu eskrito (algo complikado tomando en kuenta ke padezco de deficit atencional^^), Jenny no hace más ke rekalkarme ke akella frase de "la venganza es pura pasión" es cierta, cual viuda negra, tomó lo ke kería de vinko, lo disfruto...y lo mató...

Al parecer, en ciertas situaciones el comportamiento animal y el comportamiento humano están más cerca de lo ke kreemos...

Un beso!

Yumita
Mistress_blue dijo…
El final. que scapó del título.... Me gustó :)

Los bueno resucitan, los malos también?? Pude él rsucitar después de haber tomado las "justicia" por sus manos?

Un abrazo y continúo leyéndote
Feliz navidad chilenito y que la pases muy bien, tú, tu familia y tu gente -de seguro lo pasarás alli- de Parral.

Un abrazo.
Padyta dijo…
mmm recienme di cuenta lo del cumple del blog :P..asiqeu este saludo será doble...Muy feliz cumpleaños..que siga siendo tan creativo y explore mas la veta narradora!!!

MUY FELIZ NAVIDAD!!!

Saluditos!!!

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