Sobre el oficio de escribir (o de la constipación de la escritura)

("Writing", dibujo de Guy Ottewell)



Es de noche. La mochila es más pesada que de costumbre, como si la noche se hubiera descargado sobre mí. Está oscuro, silencioso.
Nadie espera por mí.
Prendo la luz y doy curso al ritual: bolso colgado, zapatos sin pies, hervir el agua, el tazón, el café, el cenicero y un cigarrillo.
El cansancio se detiene un momento mientras revuelvo el café por enésima vez y aspiro mi cigarrillo. Camino por la casa, entre mis cosas, papeles, cuadros, muebles.
Un mar de desorden en un orden que sólo yo conozco.
Me preparo para la mañana, alargando mis movimientos, sintiendo todo el cuerpo lacio, derretido, aletargado. Termino y me empiezo a desnudar para ir a la cama.
Pienso en que, cuando cada botón que se desabrocha; cada manga que cuelga: cada calcetín que arranco, me deshago de un envase. Así quedo de pié, en calzoncillos, frente a la cama, con otro cigarrillo prendido en la boca.
Fumo sobre la cama e intento escribir fallidamente un par de líneas sobre el papel. La noche tiene un calor suave y pesado. Y trato de refrescarme doblando las sábanas hasta mis rodillas, pensando que la mañana me va a atrapar de nuevo insomne.
Miro el cigarrillo y veo como se consume. No sé por qué, pero así mismo se consume mí tiempo. La verdad, no me preocupa. Sólo me preocupa que un doctor me diga "o lo dejas o te mueres" lo que, francamente, sería fatal. Ahora que lo pienso, no me preocupa morir consumido. Tengo otras cosas de qué preocuparme.
Como las líneas que trato de escribir ahora.
Escribir sin parar, ansiosamente, todo.
Siento algo apretándome el pecho, como si me cargaran los hombros o caminara con zapatos de plomo.
Es raro. Ha pasado tanto tiempo, y no he llegado a aclarar ni un poco qué es y ni cómo me debo enfrentar a ello. Mientras bebía mi café y fumaba, me he confesado conmigo mismo en la soledad de mi cama.
He sentido el abrazo invisible de la absolución y ya no tengo miedo: ni a la reconsideración, al silencio sólido.
Sólo me importa tener un momento, aunque fuera un segundo.

Comentarios

Tristancio dijo…
Cigarrillos, café, noche, insomnio... página en blanco: he aquí el autorretrato de la soledad.
Y no sé por qué me resulta familiar. Talvés si se deja de lado el café, el sueño llegue, que el cigarrillo no, que resulta fatal...

Aunque sin miedo, la noche tiene mejor cara.

Un abrazo.-

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