Sangre Inocente

("La justicia y la paz", cuadro de Corrado Giaquinto)



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Frente a mi escritorio tengo el caso más crudo que he podido tomar en toda mi carrera. Cada vez que lo miro y repaso sus hojas, se me viene a la cabeza todo aquello que nos llevó a mi, mi equipo y la policía a dar con todas las respuestas.
Respuestas que, en el fondo del corazón de aquella familia que derramó tantas lágrimas, no quisieron enfrentar. La verdad los aterraba. Y a mí me correspondió dárselas.
Fue muy duro tener que acercarme esa tarde a ellos, en los pasillos del cuartel policial, para contarles que la habíamos encontrado.
Pude ver, en un momento, cómo la esperanza brilló detrás de sus espaldas y me sentí miserable cuando continué diciéndoles que la habíamos encontrado. Si. Pero muerta.
Y fue ahí que el dolor se desató.

La impotencia. La rabia. La desesperación.
Sentimientos que para mí, en casos como estos, trataba de manejar con una frialdad profesional y de acero. Pero, no sé. esta vez, había algo especial. Sentí como las emociones de esos padres, que habían vivido tantos meses con la angustia clavada en el pecho y que les anudaba la garganta cada vez que los llamaba, me cubrían y de alguna forma, desarmaban mi investidura y me desnudaba de ella hasta volverme humano.
No. La dignidad de mi magistratura, sellada con los años de esfuerzo y de trabajo duro se rehusaba a bajar de ese pedestal construido por un rigor dado por profesores curtidos, faltos de una chispa -a lo menos ínfima- de aquella humanidad que a nuestra profesión de pronto le hace tanta falta. Mi condicionamiento era fuerte. Pero, me dije: "¡A la mierda con los convecionalismos!" y estreché la mano de un padre con el corazón destruido, luego de abrazar a una madre que, llena de tanto dolor, ya sólo podía llorar lágrimas de sangre. Sangre que ardía de rabia. Sangre que ya no corría por las venas azul violeta de aquella muchacha, que la noche del 27 de noviembre, en medio de una espesa cantidad de vegetación, en un sitio baldío, encontró un sujeto tan inocente como ella. Este es el caso de Mariana Espinoza.



(continuará)

Comentarios

Ale dijo…
Me gustó, as usual, además el reflejo de la profesión me interesa mucho colega.

ESpero que llegue pronto el capitulo dos.

beijos.
A.
Don Pepe dijo…
Que triste es estar en el lugar de quien tiene que dar esa tremenda noticia, si bien es su oficio, esta hecho de carne y hueso y a veces en situaciones limites, donde ya nada importa un simple apretón de mano o un abrazo de fraternidad de parte de la ley, es gratificante y reconfortante.

Admirables quienes en su oficio, le ponen garra, sudor y corazón, ellos merecen mi admiración.

Un abrazo Fraterno estimado.
(des)afortunada dijo…
Ya po!
Quedè metida con la historiaaaa!
Gittana dijo…
Hola!!!!! es agradable conocer nuevos escritores tan estupendos como tu por mi oscuridad!!!!

No crea... no me siento así, solo me gusta escribir así...

besos desde mi etternidad!!!!
Natalie Sève dijo…
Recuerdo que una vez a los diez años, tuve que hacer un retrato hablado en una de esas espantosas oficinas de detectives. La atmósfera que bien describes, me la recordó..
A la espera de la segunda!
Un abrazo
Nata.
paloma dijo…
me gusta mucho el uso de tu vocabulario para narrar, aparte que la fecha me recordo un hecho macabro que sucedio hace 28 años en Lihueimo un villorrio cerca de mi ciudad algun dia te lo contare..chao
Tristancio dijo…
Espero, que a pesar de todo, en esta historia sea mejor la certeza que la incertidumbre... lo digo porque no sé cómo continuará.

Un abrazo, Santiago.-
cabellosdefuego dijo…
por acá va la cosa, eh!
Unknown dijo…
que buen post, pero si gusta yo lo puedo abrazar!
Ratoncilla dijo…
primin espero verlo... pguese un viaje pal puerto xD tkm! agregado amis favvoritos! te leeeree xD
cabellosdefuego dijo…
mijito, y el resto?

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