Las Cuatro Lunas (versión extendida)

("El baile de la Luna", cuadro de Alfred Gockel)


Para Flor.

Primera Luna:
LUNA NUEVA


Había luna nueva cuando te conocí. Eso sí que lo recuerdo bien. Recuerdo que estabas sentada en la esquina de ese café fumando pausadamente, riendo con lo que tu amiga te decía. Tu sonrisa era muy dulce, afable, llena de frescura. Yo te miraba desde mi mesa por detrás de mis gruesos libros de derecho que tenía que estudiar. Me trataba de esconder de ti. Me sentía amedrentado por tu increíble capacidad para llenar el lugar de tu presencia. Encendí un cigarrillo para intentar así matar a mi nerviosismo. Llamé al mesero y le pedí un gran tazón de café. “¿Con azúcar?”, me preguntó. “Negro, por favor…” le dije. Mientras iba por mi café, me ponía mis audífonos y le daba play a mi reproductor. Sonaba Vasconcellos: “Ciudad traicionera, no se hace eso…”. No la había pasado muy bien en estos meses. Y verla a ella, me hacia querer y pensar todo aquello que me había prometido no querer o pensar. El cigarrillo se había consumido.
No la estaba pasando muy bien en esos tiempos. Venía saliendo de algo bastante complicado. Había perdido parte de mi capacidad para poder aventurarme. Pero, ahí estabas tú. Y yo no podía abstraerme de mirarte y sentir curiosidad de ti.
El mesero traía mi café y yo seguía con mi reproductor escuchando
“be yourself, no matter what they say…”. Ahí me atreví. No podía dejar de ser quien era, aún cuando había sido arrasado por el dolor. Tomé mis cosas y mi café para instalarme en la mesa de tu lado. Quería instalarme allí sólo de curioso, como un niño pequeño asombrado de la maravilla que ante sus ojos había. Tu sonrisa me quitaba parte de mi concentración, y me empeñaba en que no vieras que yo te miraba. Estaba nervioso. Y eso lo notaste.

- ¿Por qué me miras?
- Porque… este… yo…
- ¿Acaso te gusto?
- ¡No!… ¡Perdón!... ¡Sí!... ¡Carajo!


Ahí te reíste. Y con muchas ganas. Me había sentido totalmente un perdedor. Pendejo. Pero, aún así, ganaba. Y comenzamos a hablar. Nos presentamos con todas las formalidades del caso: mi nombre y el tuyo; lo que hacías tú y yo; que cómo se llama tu amiga; que qué hace ella. Todo lo trivial de una conversación entre dos desconocidos –más tu amiga- se dio en ese día. Yo no pude abstraerme de decirte que me encantaba tu sonrisa, sin ruborizarme hasta las cejas. Y a ti, mí gracia para lograr justamente eso: una sonrisa. Nos empezábamos a sentir a nuestras anchas. Sentía que la vida me devolvía la mano.
Quedamos de volvernos a ver un día de estos. Nos dimos nuestros números telefónicos y direcciones electrónicas para que, de no vernos, pudiéramos seguir en contacto.
Aún conservo eso.

***

Segunda Luna:
CUARTO CRESCIENTE



Son ya las tres de la mañana. Yo no me explico qué hago tan tarde despierto. Me asomé a la ventana y vi como la luna salía. Mucho antes. Y fue extraño. La luna, en forma de uña, salía blanca, imponente. Como un guiño que el mundo me hacía. El mundo sonreía conmigo.
Crecía algo.
Como la luna.
En ese entonces, aún no éramos nada más que dos extraños en el mundo, que de a poco iban interesándose en el otro, para determinar el sentido del camino que habían optado seguir. Pero, había algo que me perturbaba. A mí, mis fantasmas me perseguían de nuevo. Hubo que en mis sueños, lo único que soñaba era en repeticiones dolorosas de mi “felicidad” con ella. Me dolía. Yo ya no soñaba, alucinaba. Alucinaba del dolor que me producía. Imaginaba la letra de Queens of the Stone Age:
“close your eyes and see the sky is fallin’...”. Sentía eso: que el cielo, al cerrar los ojos, se derrumbaba por encima de mi cabeza. Eso, sumado a que hacían muchos días que no sabía de ti. Me desesperaba el hecho de no comunicarme contigo.
Pero, a medida que iban pasando esos días angustiosos, me di cuenta, que ese dolor, ese sufrimiento era por algo. Sucedía. Era real. Y que debía transformarlo en lo que era: un recuerdo. Y que a esta edad, era casi imposible no sentirlo así. Lo importante era saber vivir con ello. Y avanzar. Porque, para mí, mi meta era, es y sigue siendo una: ser feliz. Nada iba a impedírmelo.
Cuando tuve noticias de ti, fui feliz. Tuve en mis manos tu carta. Y leyéndola me fui dando cuenta que algo en ti también crecía. Había una semilla de algo que aún no tenía nombre, posición o estado de avance. Pero estaba y existía. Y era feliz. Mis ojos brillaban a medida que iba devorando cada trozo de palabra; cada párrafo de esa misiva. Y no dudé en hacerte una llamada. Tomé mi teléfono y marqué tu número.

- ¿Aló?
- Si, ¿con quién hablo?
- Hola. Soy yo.
- Hola! ¿Cómo estás? Que alegría de escucharte.
- La mía es más. Te extrañaba.
- ¿Sabes? Aún cuando suene extraño, yo también.
- Es bueno saberlo.

Así, íbamos hablando de nuestra larga ausencia y sentía por dentro nerviosismo. Como si hubiera vuelto a tener quince de nuevo y tuviera en frente a esa niña que me quitaba el aliento y me atochaba las ideas en la cabeza. Me sentía lleno de muchas cosas. Habías hecho creer a mi corazón que no hay mal que por bien no viniera. Me habías hecho avanzar. Me habías extendido la mano para volver a pararme y enfrentar mi meta.
Me hacías feliz.

***

Tercera Luna:
LUNA LLENA



La luna llena aparecía en lo alto del cielo. Era de día. De eso si que me acuerdo también. Se veía enorme. Y la mirábamos desde el pasto del parque. Ahí estábamos; echados sobre el chal que habíamos traído, mirando el cielo azul adornado por esa luna. Me sentía feliz ahí. El tiempo se detenía para mí estando contigo. Sin dejar de mirar al cielo, tantee el suelo para poder buscar tu mano. Entrelacé la mía con la tuya y tu voz cortó el silencio:

- ¿En qué piensas? –me decías-.
- Pienso… pienso en lo que siento ahora –tratando de salir de mi trance-.
- ¿Y qué sientes? –insistió-.
- Son muchas cosas, “hija” –le respondí con ternura-.
- Bueno, “padre”; ¿las puedo saber? –sonriéndose del que haya dicho “hija”-.
- Si, “hija mía”. Puedes –contesté-.

Y me acomodé para que mis ojos dieran en los tuyos.
Ahí te hablé de que mi corazón era dichoso de tenerte. Y que me sentía complacido de que tuviera otra oportunidad de ser feliz. Y, por sobretodo, que ya no sentía ese miedo de aventurarme de nuevo, pues me sentía tan seguro como cuando mi madre me abrazaba en su regazo para decirme que todo estaba bien. Era una sensación de calidez que hace mucho no encontraba.
“Así que era eso…” -me decías-. “Sí. Eso, y que siempre me has dicho la verdad” –rematé-.
Y te besé.
La luna llena se volvía testigo mudo de un beso que me decía tanta verdad sin tener que hablar. Era como un momento sin tiempo, sin medida, sin espacio. En que me sentía en la nada. Solo. Solo contigo. El mundo podía estar yéndose al barranco y ranas podrían haber llovido del cielo en ese momento; sólo estaba preocupado de que esa sensación no se fuera jamás y de haber muerto con el calor de tus labios en los míos. Nada importaba.
Sólo tú importabas.
Y abrí mis ojos y no estabas. Corrías por el prado riendo con esa risa fresca de esa vez en el café. “¡Alcánzame si puedes!”, me decías. Y corrí hasta ti. Tu aroma me decía qué camino tomabas. No te miraba; seguía tu aroma. Podía identificarte entre el aroma del pasto verde recién cortado, las hojas de ese otoño precoz que caía sobre la ciudad.
Te perseguía, como un sediento al oasis.
Aún entre miles de voces gritando, calles llenas de ruido estridente; tu voz me era absolutamente audible. Con voz de niña me decías “No corras más, si ya me tienes atrapada…”. Pero insistía: no te tenía amarrada a un abrazo; no podía sentir esa respiración entrecortada por el correr y el ansia nerviosa de un beso furioso.
Te quería mía; completamente en mis huesos pegada; infinitamente conocedor de tus deseos y cumplirlos a cabalidad.
Abrí mis ojos y realmente no estabas.
Estaba en mi cama, bañado por la luz tenue de la luna llena de ese otoño precoz.
Buscándote.
Me había quedado dormido y desperté en medio de mis libros, apuntes, lápices, la taza de café vacía y el cenicero lleno. Y mi celular sonaba. Marcaba un mensaje de texto. Miré la hora y eran más de las 2 de la mañana. Tarde. Mañana tenía que estar fresco para irme a la universidad. Ya sabía lo que era estar cansado para las pruebas. Y eso, era fatal.
No quise abrir el mensaje. Tenía que dormir. Volver a soñar con ese sueño. Era tan lúcido. Tan real.
Y traté de buscarte de nuevo en mis sueños.
Llegó la mañana y así, también tener que ir a la universidad. E inicié mi ritual de todas las veces en que tengo mis exámenes: la ducha, el afeitarme, el vestirme de terno y corbata, el café cargado y sin azúcar y el denario del recorrido.
Oraba en el camino, más que nada, para que esa sensación del sueño gobernara mi vida. Más que querer el éxito de esa mañana, deseaba tu presencia. Habían pasado días sin verte. Y pensaba en que estabas bien lejos. Hacían días en que tu voz no se oía por mis oídos.
No sabía que pasaba.
Ya de vuelta a casa, leí el mensaje del celular. Cuando lo abrí pude sentir, otra vez, esa bilis amarga que me recorría de nuevo las venas. Esa sensación de odio intenso que había dejado atrás. No necesitaba volver a saber de ella de nuevo. No quería volver a repetir perpetuamente ese dolor que dejaba atrás estando contigo. El mensaje decía algo así:
“Perdóname. Quiero dejar de soñar contigo…”. ¿Por qué yo tenía que saber eso? ¡Por qué carajo no me dejaba en paz! Yo ya no soñaba con ella desde que llegaste a mi vida. Tú, esa mujer de risa fresca y alma veraz. Y esa era la única cosa que me salvaba de caer en una espiral de venganza.
Ya no quería saber de ella.
Pensaba que la había dejado atrás.
Al parecer no era tan así.
Sus palabras tenían en mente una cosa, pensé. Era ponerle atención. Lo consiguió. Y me sentía estúpido. Caía como un niño de pecho ante un juego tan absurdamente, que me daba lástima. Y rabia. Rabia de ser un tarado. No necesitaba volver a rememorar lo mucho que me dañaste.
Y luego, el baldazo de agua fría.
Tus noticias.
Tu pasado también llegaba a la puerta.
Llegaste en una noche despejada. De una luna llena que durante toda la noche, se teñiría de rojo por el eclipse.
Golpeaban la puerta y fui a abrir: ahí estabas tú. Radiante, pero con la tristeza en los ojos y con la verdad atravesada entre tu garganta y los labios. Pasaste y te invité a tomar asiento. Me dijiste que me sentara antes que pudiera decir algo más que un hola. Con un suspiro profundo, me miraste y empezó el diálogo:

- Vengo a decirte algo. No me tomes a mal. No pretendo mentirte. Tú sabes que eso no te mereces. Y por eso estoy aquí.
- No me asustes. Pareciera que fueras a decirme que cometiste un crimen o algo peor.
- No seas tonto –me dijo sin perder la seriedad-.
- Perdona, de verdad… -le dije con cierta vergüenza-.
- Está bien. Mira, vengo a decirte que hace unos días, mi ex vino a visitarme. Me dijo que quería volver, que me amaba y que había cometido un error –me decía con una convicción triste y con cierta pena-.
- Pero, ¿qué no me habías dicho que todo ya estaba cerrado y que ya no volverías a él por todo lo que hizo? –pregunté un tanto sorprendido-.
- Si. Y te lo dije y a él también –habló con sequedad-. El problema no es él. Es lo que siento ahora.
- ¿Y qué es lo que sientes ahora? No me angusties más.
- Me siento en confusión. Estoy confundida –dijo-. Yo siento que no he cerrado el capítulo. Y que no te mereces que esta confusión haga que todo lo bueno que hemos logrado se pierda. Menos que sientas que te traiciono –cerraste-.
- ¿Y que hago ahora con todo lo que siento? –pregunté airado-. Me cuesta comprenderlo. Me cuesta aceptarlo –le decía dolido-.
- Lo sabía. Sabía que pasaría eso. Pero nada sacaba con mentirte y mentirme. Creo que debemos ponerle coto a todo esto. Ir mucho más lento de lo que íbamos.
- ¿Sabes algo? –le decía seriamente-. Tienes razón –le dije mientras caminaba a buscar mis cigarrillos-. Yo no puedo luchar contra algo que aún desconozco. No puedo luchar contra un pasado tan fuerte para ti y con un recuerdo tan duradero –le decía mientras encendía uno-. Acato tu decisión –sentenciaba, aspirando el humo de la primera bocanada-.
- No quiero que acates. No es una orden. Tienes derecho a saber la verdad y aquí estoy, frente a ti. Nunca haría algo para mentirte. No te lo mereces –respondiste-.
- Escúchame, “hija mía” –le dije con una sonrisa- : si lo acato es para no olvidarlo. Necesito ordenármelo para no cometer alguna estupidez -decía aspirando nerviosamente el cigarrillo-. No estoy dispuesto a perderte. No ahora. No cuando tú me has ido sacando de un agujero oscuro. Sólo que todo ahora, será distinto. Empezar de cero será difícil –y apagué el cigarro en un cenicero lleno de colillas de ayer-.
- O.K. Desde ahora, tendremos que ser más mesurados.
- Debemos medirnos en lo que nos decimos acerca de lo que sentimos, pensamos y decimos –decía pausadamente-.
- Es cierto.
- Lo que sí no quiero, es perder eso que teníamos.
- Sabes que ahora será distinto –replicabas-.
- Yo me refiero a la confianza. A no perder la amistad. A eso que nos juntó –le recordaba-.
- Eso no se pierde. Ten en cuenta esto –me decías caminando hacia mí-: yo tengo que estar en paz conmigo para poder iniciar algo nuevo –y me acariciaste el rostro-. Y quiero también que sepas, que no tengo que volver a buscar. Yo ya encontré lo que busco –y me besaste la frente-. Lo tengo aquí –me apuntaste-. En frente de mí.
- Está bien –le dije ruborizado hasta las pupilas-. ¿Amigos? –le pregunté con los brazos extendidos-.
- Amigos –y me abrazó-.

***

Cuarta Luna:
CUARTO MENGUANTE


Algo ya se había apagado.
Aún cuando le había dicho que más lento sería todo, calmar lo que sentía iba a ser complicado. Me conocía lo suficiente para saber que en algún momento iba a patinar. Puse todo mi empeño en no hacerlo. Aún lo hago. Después de todo lo que conversamos en mi casa, sentí que retrocedía. Y mucho.
Por lo tanto, me metí más a fondo en otras ocupaciones: mi casa, mis estudios, visitar a mis amigos y familia. Pero, sobretodo, en cuidar mi lenguaje.
Cuando le conté de mi conversación a una amiga, ella me decía que ella jugaba conmigo. Yo le contestaba que no. “¿Sabes por qué? Ella lo único que ha hecho es decirme la verdad. A veces, cuando no está acostumbrado a que le digan siempre la verdad y que te la digan, es un tanto doloroso”.
Y era cierto: me habían acostumbrado a la mentira.
Desde hace un buen tiempo, a mí me habían mentido -en cierta forma- mis anteriores parejas.
De una u otra forma.
Sumido en mundos que no eran de verdad.
Sobretodo con la última mujer a quien le entregué el corazón.
Siempre pensé en que todo lo que me dijo en un momento era verdad. Cuando abría su boca y me decía que me amaba, pensé que era así.
Recordar su voz diciendo aquellas dos palabras, con todos los antecedentes, me llega a doler, a sentir ese odio amargo que un tiempo recorría mis venas.
He ahí el error.
He ahí la mentira más grande de las mentiras.
¿Por qué crees tú que pienso que todo lo demás lo fue?
Porque jugar con decir esas palabras sin sentirlo, y decirlas haciéndolo creer a otro, para mí es horrendo.
Jugar con el otro, no ser realmente sincero en decirlo, es algo que a lo cual le hace merecedor de mi total repudio y odio.
Por eso te odié.
Y lo digo en pasado porque la encontré a ella para darme cuenta, que no solo por ira puede latir mi corazón. Sino también por la esperanza, el deseo de superación, la necesidad de avanzar.
Encontrarla ha sido una experiencia. Ha sido el bálsamo para curar mis heridas.
Pero, sentía que había algo que estaba debilitando esas esperanzas.
Lo percibí cuando hablamos del perdón.
Una tarde, me llamó para preguntarme si estaba libre al día siguiente para que conversáramos. Yo respondí que sí y que dónde quería que nos viéramos. Me dijo en la plaza cercana a mi casa. Y eso sería todo lo que había hablado con ella, desde esa noche que vino a mí a decirme que fuéramos más lento con todo lo nuestro.
Yo había dejado ya de ser insistente en hablarle, en buscarla, en llamarle la atención para que notara que aún existía en algún lado de la ciudad. Así que, su llamada fue algo casi imprevisto, súbito.
Era una tarde de mayo, otoñal, luminosa pero fría. Las hojas de los árboles tapizaban los prados y en los bancos, la gente tomaba el sol y en los juegos, los niños se divertían subiendo y bajando de ellos. Yo también tomaba el sol. Me recordaba a mi casa paterna, a la tierra que me vio nacer. A esas tardes en que me sentaba con mi mamá en la puerta de la casa a tomar café y fumar un cigarro, y conversar de cualquier cosa. Inclusive para leer el diario o hacer juntos el puzzle.
Miraba la hora, y releía la misma frase del libro que estaba leyendo por enésima vez, puesto que me tenía casi al borde de la ansiedad su llegada.
Deseaba verla.
La extrañaba, pero no se lo diría. Y no lo iba a decir porque lo iba a notar.
Lo vería en mis ojos.
Y por una esquina, apareció ella.
Recuerdo que llevaba una bufanda grande, gruesa. Hacía frío, a pesar del cielo despejado y el sol radiante. No era de extrañarse.
Resistí las ganas de levantarme del banco para correr a abrazarla. No quería que notara mi necesidad de ella. Intenté con ahínco concentrarme en el libro mientras la observaba caminar hacia mí por el rabillo de mi ojo derecho.
Se detuvo frente a mí, yo cerré mi libro y me saqué mis lentes para besarle la mejilla y abrazarla. No le hablé ni ella a mí cuando nos vimos. Nos abrazamos como si hacían años que habíamos dejado de vernos. Y así al menos lo sentía.
Nos saludamos. Ella tomó asiento a mi lado y me dijo:

- ¿Cómo has estado?
- Buena pregunta –le respondí-. No me había hecho esa pregunta hace días. Sólo me he dedicado a hacer lo mío –rematé-.
- ¿Cómo es eso? –me preguntó extrañada-.
- Si. Es que no me he preocupado de eso. He estado tan concentrado en mis proyectos nuevos, mi casa, mi trabajo, el estudio. No me he dedicado a preguntarme eso –le dije-.
- Entonces, supondré que estás bien –me dijo, pensando en que no iba a decir más-.
- Si, puede decirse. ¿Y esta sorpresa? Hace tiempo que no sabía de ti.
- Si, es que necesitaba decirte; más bien, conversar de algo contigo –dijo mirándome con solemnidad-.
- Dime, ¿para qué soy bueno?
- ¿Crees en el perdón? –preguntó gravemente-.
- ¿Si creo en el perdón? Bueno… Yo debería. Mi formación me ha enseñado que el perdón es algo necesario.
- ¿Tú podrías perdonar y olvidar?
- No.
- Eso es ser rencoroso –me dijo-.
- No, no es ser rencoroso. El perdón para mí no puede llevar aparejado el olvido, pues pienso que, de ser así, nadie puede aprender de los errores. Si hay algo que la vida, hasta ahora, me ha enseñado es a que, lo que nunca debo olvidar, es lo que aprendo de cada experiencia. Es cosa de que revises mi vida y te des cuenta que, ahora, no puedo perdonar y olvidar. Menos si no quiero hacerlo.
- Vives con odio aún –sentenció-.
- Si así fuese –le dije con seriedad- no sentiría lo que aún siento.
- Yo no lo creo. Creo que aún la odias. Es más, creo que aún la amas, ¿o no?
- ¡No seas tonta! –repliqué-. El amor que alguna vez llegué a sentir, se murió en el momento que supe la verdad de todo.
- Entonces, ¿por qué no puedes perdonarla?
- Porque nadie juega conmigo y se las lleva peladas. Suena vengativo. Si, es cierto. Pero, aún así, me sirve para estar alerta, en guardia. Me prometí a mi mismo que no dejaría que nadie volviera a verme la cara y llevársela barata. Me aburrí de que me mintieran. Pero, descuida: no haré nada. Soy lo bastante conciente que no soy un animal ni vivo bajo la ley del Talión –dije-.
- Bueno, es lo que pienso –dijo con cierta resignación en su voz-. Te lo pregunté porque mi ex me pidió perdón. Y necesitaba algún consejo.
- ¿Y, qué pretendes hacer? ¿No me digas que has pensado en perdonarlo? No después de todo lo que te hizo –le dije extrañado-.
- ¿Y si así fuese? ¿No crees que todo el mundo se merece una segunda oportunidad? ¿No crees que cualquiera que se equivoca, tiene derecho a réplica? ¿No es lo que la misma Iglesia dice? –dijo con fuerza-.
- Si, así es. Pero, asimismo, mientras nadie se perdone a sí mismo, el perdón no surte efectos. Y si, cualquiera puede equivocarse. Tú sabes qué pienso de tu ex y de tu historia con él.
- Bueno, está bien –me dijo-. Sé que no podré convencerte del todo.
- No. Y eso es algo que es parte de toda conversación. Eso hace que las cosas no siempre sean de un solo color. No siempre es blanco o negro.
- Al menos, me queda clara una cosa –dijo cerrando el tema-: hay cosas en las que jamás estaremos de acuerdo.
- Y eso, es lo bonito de la amistad –repliqué-.


Y después de eso, nos levantamos de la banca y nos fuimos a tomar un café por ahí. Conversamos de la vida, nos reímos de las anécdotas y pasamos lista a todos los temas que nos habían quedado pendiente de la última vez que nos vimos.
Salvo, por supuesto, el tema del perdón.
Después del café, cada uno a su casa.
Yo volvía a la mía con una extraña sensación. No supe nunca cómo ella volvía a la suya.
Sería la última vez que la vería.
Dejamos de comunicarnos después de eso en persona, y sólo el teléfono o el correo electrónico eran nuestros medios de comunicación. A veces, le enviaba algunas cosas de lo que hacía y ella me respondía parcamente. Trataba de no decir mucho.
O lo decía sin comprometer mucho lo que en verdad quería decir.
Pasaron los días, las semanas. Y las llamadas que hacía me las recibía la contestadota y los correos no me eran respondidos.
Algo pasaba.
Ahí desee con intensidad volverla a ver, y ver su rostro, sentir su voz.
Trataba de encontrarla y no podía.
Hasta que un día la hallé.
Y fue de suerte.
Cuando me metí a Internet, y me conecté a mi Messenger, la encontré. Y le dije que hacía tiempo que no sabía de ella. Insistí en que nos juntáramos. Pero, me decía que no.
“No, porque no me siento bien”, había dicho.
Sabía por correos anteriores, que el fantasma de su ex había vuelto y que había vuelto a hablar con ella. Y que eso, a ella, no le hacía bien. Inclusive, se lo había topado, de sorpresa, en una que otra reunión con sus amigos.
Le dije que qué sentido tenía que fuéramos amigos, si no nos podíamos ver. Yo no podía comprender que, después de todo, ella no quisiera que nos viéramos.
Hasta que ella profirió lo siguiente:
.

“Es hora que de que sigamos caminos distintos. Es tiempo que de nos demos cuenta de que esto no tiene más vueltas. Necesito estar sola, seguir adelante para resolver mis problemas. Lo que pasó entre nosotros fue sólo algo impulsivo, impensado, adolescente. Déjame ir. Porque seré tu amiga si tú no dejas de ver que todo esto, ya no tiene un futuro… ”


Y quedé de una pieza. Helado, con el rostro descencajado. No acababa de salir de un problema para entrar de nuevo en otro. Mis csatillos se iban de a poco desarmando y derrumbando.
Había llegado la hora del adiós.
Y mientras salía una luna menguando en el cielo frío de la ciudad, te escribí estas lineas pensando en que, tenías razón: en que nos habíamos precipitado y que no habíamos medido nuestras propias pasiones para poder irnos con calma desenvolviendo.
Encendí un cigarrillo, tomé papel y lápiz y empecé a escribirte lo siguiente:

“Querida:

Tal vez tengas razón. Y que todo esto haya sido apresurado, impulsivo. Pero, debes dármela a mícuando te digo que esto fue de dos y no de uno. Si te quise fue porque tuviste la gracia de llegar en los momentos en que más te necesité. Y me hiciste ver la luz cuando sólo había sombras.
Pasé por el desierto con las ganas de encontrar el oasis que para mí fuiste. Y te agradeceré eternamente el que me hayas tendido la mano cuando estaba en el suelo.
Y agradezco que me hayas correspondido al sentimiento en algún momento. Pero, me duele sobremanera que pienses que había buscado algo más después de que todo lo nuestro no funcionó y que me empeñé en ser tu amigo para proyectar otra cosa.
Sólo debo decir que ya no habrá vuelta atrás.
Tú por tu camino y yo por el mío.

Hasta siempre.”


Y así acabó todo. La carta llegó y yo tomé mis cosas y me mandé a cambiar de esa ciudad. Y quemaba en el paso, todo lo que me recordaba a ti.
Y el humo escondía al cuarto menguante que esa vez apareció.
Fue una señal.
Había menguado todo.

Comentarios

(des)afortunada dijo…
Qué decir, es rico cuando logras trasnmitir lo que sientes, lo has logrado con tu texto.

Beijos, mi querod Santiago.
Mara dijo…
vaya, paz, es imposible ser primer comentarista en tu blog! lo q me demoro en leer y ya me han ganado el quién vive
aunq me gustó tu texto, me confundió un poco cómo pasabas de tú a ella al punto q debí volver dos veces sobre "la odié" para saber si hablabas de la traidora y de la que se hizo a un lado por cobardía
y acerca del rencor y del perdón, dado que los personajes de nuestros cuentos no pueden ser sino nosotros mismos, debo decirle al que contempla la luna menguar que es verdad, que perdonar no tiene nada qué ver con olvidar, pues necesitas el recuerdo para saber quién eres, para sólo volver a sufrir por otras razones distintas, no por la misma...
y como hiriente pecadora creyente que soy, debo recordarle a ella, la que huyó, que no es la iglesia la q llama a perdonar ni perdona, sino el dulce y buen jesús, quien nos grita y no le oímos (porque corremos desesperados a casa luego de nuestra absolución): "no vuelvas a pecar!"
x cierto, diría q lo q te queda de adolescente jamás lo perderás. muy bien x tí
abrazo inflado
Boina Descalza dijo…
Me habias hablado de que estabas por subir este cuento, me lo dijiste a un costado del Bellas Artes, y hacía frío. Me metí a tu blog a mirar y lo encontré, entonces recordé que te habia dicho que me gustaba el tema, por lo que tenia que reafirmar mi hipotésis. Superó lo que esperaba de él, empezé a leerlo y sin darme cuenta había terminado (y eso que era largo). Me gusto mucho Santiago, muchísimo más de lo que puedo expresar aquí. Es tan humano, tan LIBRE....no sabría como describirlo, y parece rídiculo que me haya emocionado tanto. Pero sabes que aprendo muchas cosas tuyas...y con este cuento aprendí otras tantas...

Gracias y felicitaciones!!

Un beso amigo!
Ale dijo…
Lloré, porque mientras leía me quemaba el alma, recordab al historia reciente y no tan reciente y en un momento fui tu y en el otro ella.
Llegaste profundo, más profundo que nunca Paz.
Desenterraste un fantasma que me dolía, pero que a diferencia tuya perdoné y desenterraste también al que me perdonó a mi.

Un beso y un abrazo gigante.
Unknown dijo…
Querido mío...

un beso en la frente de 5 segundos

Un abrazo de 15 segundos


1
2
3
me aborté
Creo que es la primera vez que leo un cuento en blog, no porque no los haya, sino porque me gustan más las poesías y los textos cortos. Sin embargo, la sonrisa de la dama en luna nueva, me cautivó. Sonrisa esperanzada.
Como dice Mara en su comentario, también me perdí un poco. Por momentos se me mezcló la del recuerdo con la actual, pero creo que fue una mezcla interesante, porque creí que tu ex era la del mensaje en el celular y entonces...
Si te hubiese pasado a ti?
Si era tu ex la que pedía perdón?
Y si vieras en sus ojos el mismo arrepentimiento que ella vió?

La historia fue esta, pero pudo ser otra, otras.
Una nueva luna abrirá nuevos caminos, pero lo bueno es que hay otra historia después de la que más dolió.

Te mando un beso!
Princesa dijo…
Guau......extenso y atrapante....

Pensè que despuès de los nùmeros se venia la hecatombe, y no me equivoquè; acà està tu fruto, la explosiòn de tu mente, la liberaciòn total...increible y muy lindo!!!


Saludotes desde Puebla-Mèxico!!!!
*Mariana* dijo…
hola! que extensa la entrada de tu blog!!!! pero tan interesante y bien escrita que me consumio hasta el final... que quires que te diga! la crudeza y realidad de tu historia me llego profundamente, no quiero volver a pasar por eso, la verdad siempre tiene que ser dicha, pero las esperanzas deben quebrarse cuando es necesario....

uyyy me trajo tantos recuerdos que las ideas se me amotinaron y me cuesta escribirlas!!

mejor me voy

te cuidas

c.ya!°°
Unknown dijo…
hola, yo nuevamente.... Aquí va el poema de Bukowski que te dediqué:

ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR, ¿EH?

si no brota de ti a borbotones
a pesar de todo,
ni lo intentes.
a menos que te salga por voluntad propia
del corazón y la mente y la boca
y las entrañas,
ni lo intentes.
si tienes que permanecer horas sentado
mirando la pantalla del ordenador
o encorvado sobe la
máquina de escribir
en busca de palabras,
ni lo intentes.
si lo haces por el dinero o
la fama,
ni lo intentes.
si lo haces porque quieres
mujeres en la cama
ni lo intentes.
si tienes que sentarte y
rehacerlo una y otra vez,
ni lo intentes.
si sólo pensar en ello ya te cuesta trabajo,
ni lo intentes.
si quieres escribir como algún
otro,
olvídalo.
si tienes que esperar a que salga de ti
con un rugido,
entonces espera tranquilo.
si no llega a salir de ti con un rugido,
dedícate a otra cosa.
si primero se lo tienes que leer a tu esposa
o a tu novia o tu novio
a tus padres o quienquiera que sea,
no estás preparado.
no seas como tantos otros escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman escritores,
no seas soso, aburrido y
pretencioso, no te dejes consumir por el
narcisismo.
las bibliotecas del mundo
se han dormido de
aburrimiento
con los de tu calaña.
no lo empeores.
ni lo intentes.
a menos que te salga
del alma como un cohete,
a menos que creas que la inactividad
te llevaría a la locura o
al suicidio o al asesinato,
ni lo intentes.
a menos que el sol en tu interior te
abrase las entrañas,
ni lo intentes.
cuando de veras sea la hora,
y si estás entre los escogidos,
cobrará vida por
si mismo y seguirá cobrándola
hasta que mueras o muera
en ti.
no hay otra manera.
ni la hubo nunca.

ehhhh... llegué a este sitio por casualidad y he leído algunas cosas tuyas....
cabellosdefuego dijo…
qué rico verte hoy!
qué rica tu creatividad!!

...


!!!!!!!
ysabell dijo…
que fuerte tu historia, como marcado por la desepcion..
pucha es una lastima que aquellas personas destinadas a amar intensamente solo sean aseptadas por mentiras, te dejo un saludo enorme y me a encantado tu historia.
ysa.
dynamitte dijo…
Me gusta cuando los cuentos me hace reproducir sonrisas, y a la vez ojos de tristeza.
Me gustó mucho!, esa es la verdad .

Es difícil eso del perdón ..
y más, del olvido .
Hay que ser valiente para poder obrar las dos cosas ..

saludos y besos Santiago !
May dijo…
^^



Gracias por tus visitas.




Te invito a visitar: http://grupodebate.blogspot.com/




Besos.
Tango dijo…
yo he vuelto, casi como un asomo, pero he vuelto.

Saludos de Br.
Carolina dijo…
Debo decir que me encanto tu cuento.Aunque no me gusta mucho leerlos,presentia que este tendria algo especial;cada palabra, parrafo, me fue conquistando y a pesar de que era largo dSE me hizo cortisimo y me llego,y ese es el trabajo de quienes escriben,que se produzcan sensaciones y tu lo lograste
felicitaciones
besos
Tango dijo…
Otra cosa, cambias de look y me sacas de los enlaces

plop
Agatho dijo…
Me gusta lo que escribes... te leere mas seguido

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